jueves, 20 de noviembre de 2008

deshacer el mundo

"Te he dicho que no mires atrás
porque el cielo no es tuyo
y hay que empezar despacio
a deshacer el mundo"

Una buena proposición para hoy. Un poco de caña con los Héroes del Silencio. ¡Eso es!


Tengo un protagonista total y un minirrelato para acompañarlo.

¡Es el rey ...de bastos!

LA SINCERA INDISCRETA

Mire, doctor, aunque ya se lo imaginará porque parezco garrosa, vengo un poco apurada…, y nunca mejor dicho, por tener que contarle la historia del frutero maldito, pues supongo que la habrá escuchado muchas veces y no se la va a creer.
Pero le aseguro que esto sí que es un desgraciado accidente casero, y no ha sido exactamente un frutero el culpable. Ha sido por esa mierda de bolsas que dan ahora en los supermercados, que se les rompen enseguida las asas.
Bueno, mire, me da igual lo que piense, no vaya a creer que soy una pervertida…, que yo, sin no es con mi marido, no hago cosas raras.
Pues resulta que me estaba dando una ducha. Y ya sabrá usted que, entre los chorritos de agua caliente y tanto frotar de arriba a abajo con esas espumas de baño tan delicadas que ahora regalan los maridos para su provecho, pues que el cuerpo reacciona y llega a resultar muy agradable. Y, claro, si no tienes prisa… acabas como acabas: acariciándote ahí.
El caso es que, de pronto, me he acordado de que todavía estaban las bolsas de la compra sin recoger en el suelo de la cocina, y como empezaba a echar en falta algo más suave que mi cepillo de baño… ¿qué se cree que he hecho? Pues salir descalza corriendo, toda empapada, a buscar lo que necesitaba.
Como el suelo es de baldosa esmaltada, lo demás se lo puede imaginar…
Bueno, que sí, que ya sé que es un poco complicao, para morirse de risa, vamos…, aunque yo no me he reído nada.
La culpa la tiene mi manía de comprar esos calabacines tan grandes para hacer la fritada, porque con uno llenas la sartén. Y como también me gusta meterlos, si me apetece tortilla, pues… ¡que pesaban lo suyo!
Oiga, que no. Está bien… Si ahora ya… ¿para qué le voy a engañar? Le juro que sí, que había comprado dos, más manejables, por si han de sacarte rápidamente de un apuro.
Pero, mira por dónde, cuando ya lo tenía en la mano, va y se me rompe el asa de la bolsa de calabacines y ¡todos para el suelo! Con tan mala pata que del susto no sé qué he hecho que se me ha ido el pie y, del giro, tal como caían ellos caía yo. Ya se imaginará cómo ¿no? De ancas. Y mientras daba con ellas en el embaldosado, he sentido ahí tal dolor… que, mire, no tengo hijos, pero ya sé cómo se sienten.
No, no, si ese burraco verde en el que me he sentao…, ya sabe, como iba prevenida y tan enjabonada, menos mal que se ha disparado y ha encontrado enseguida camino, el cabrón.
Lo malo es que, fíjese qué golpetazo, que incluso se ha partido.
Así que no hacen falta más explicaciones, doctor. Sáqueme usted ya este tapón que llevo del grosor de su antebrazo.

©Valtueña, 2008



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