Una de las cosas que más valoro es la facultad de poder elegir. Choose, choisir, escolher, scegliere, wählen... Algo intrínseco al ser humano, al estado de derecho, a la democracia.
Uno elige a sus amigos, su casa, a su compañero de vida, a su banco, su medio de transporte, sus pensamientos, su ropa, su ocio...
Luego, hay cosas que no puedes elegir o que te eligen a ti: la familia, las enfermedades, el trabajo (hoy ya no se puede decir que lo elige uno mismo), la climatología, la muerte...
Por circunstancias ¿del destino? a veces se van cercenando las posibilidades de elección libre en algunos campos de la vida. No hay remedio. Hay que resignarse.
Pero cuando la cosa viene por prohibiciones de algunos que están ahí arriba (elegidos por los que estamos aquí abajo), por decreto, entonces oiga, no. Va a ser que no.
Fumar. Aquí está la cuestión.
Fuera del lugar de trabajo y de los lugares públicos a los que uno va por obligación o por afición (no por diversión), las personas tienen derecho de elegir (siempre que no constituya un acto ofensivo o delictivo) el poder fumar o no, igual que pueden beberse un refresco, comerse un helado, hablar con el móvil o rascarse la barriga.
¿Desde cuándo el que nos gobierna puede emitir un veredicto de prohibido fumar en todos los bares, restaurantes o diversos lugares, donde la gente va a relajarse, darse al cuerpo diferentes placeres, relacionarse con otra gente en un ambiente distendido?
El tema sería que se ofreciera la oportunidad de elegir: sitios donde sí y sitios donde no, igual que hay restaurantes vegetarianos y no vegetarianos, tiendas de ropa de mujer y tiendas de ropa de hombre, películas para mayores de 18 y para todos los públicos, etc. etc.
¿Que no puedo entrar ya en aquel pub que me gustaba tanto, porque ahora es de no fumadores y yo fumo? Pues me fastidio, pero tendré otros para elegir.
¿Que me gustaría mucho ir a esa tasca donde dan esas anchoas tan ricas, pero se puede fumar y yo no fumo? Pues me fastidio con el humo y entro porque el ambiente y las anchoas merecen la pena, o me voy a otro porque tengo más para elegir.
Así de simple. Como ir a Madrid en AVE o en autobús. Se trata de poder valorar y hacer la elección.
Yo no tengo la hostelería por negocio, sino por ocio. Y, desde luego, no voy a mover un dedo porque esa maldita ley antitabaco no salga. Como mucho, uso la voz y la palabra. Pero si dependieran de ello mis judías, estaría ya movilizándome.
Si sale adelante, habrá que montarse el ocio de otra manera, porque desde luego no seré de la gente que en invierno se tome las copas y el cigarro en la puerta del bar en plena calle, como apestados, aunque pongan estufas. Nanay.
Mi ocio lo elijo yo y os aseguro que no será así.
Mientras tanto, fumando espero...
porque fumar es un placer. Ya lo decía Sarita Montiel.
Uno elige a sus amigos, su casa, a su compañero de vida, a su banco, su medio de transporte, sus pensamientos, su ropa, su ocio...
Luego, hay cosas que no puedes elegir o que te eligen a ti: la familia, las enfermedades, el trabajo (hoy ya no se puede decir que lo elige uno mismo), la climatología, la muerte...
Por circunstancias ¿del destino? a veces se van cercenando las posibilidades de elección libre en algunos campos de la vida. No hay remedio. Hay que resignarse.
Pero cuando la cosa viene por prohibiciones de algunos que están ahí arriba (elegidos por los que estamos aquí abajo), por decreto, entonces oiga, no. Va a ser que no.
Fumar. Aquí está la cuestión.
Fuera del lugar de trabajo y de los lugares públicos a los que uno va por obligación o por afición (no por diversión), las personas tienen derecho de elegir (siempre que no constituya un acto ofensivo o delictivo) el poder fumar o no, igual que pueden beberse un refresco, comerse un helado, hablar con el móvil o rascarse la barriga.
¿Desde cuándo el que nos gobierna puede emitir un veredicto de prohibido fumar en todos los bares, restaurantes o diversos lugares, donde la gente va a relajarse, darse al cuerpo diferentes placeres, relacionarse con otra gente en un ambiente distendido?
El tema sería que se ofreciera la oportunidad de elegir: sitios donde sí y sitios donde no, igual que hay restaurantes vegetarianos y no vegetarianos, tiendas de ropa de mujer y tiendas de ropa de hombre, películas para mayores de 18 y para todos los públicos, etc. etc.
¿Que no puedo entrar ya en aquel pub que me gustaba tanto, porque ahora es de no fumadores y yo fumo? Pues me fastidio, pero tendré otros para elegir.
¿Que me gustaría mucho ir a esa tasca donde dan esas anchoas tan ricas, pero se puede fumar y yo no fumo? Pues me fastidio con el humo y entro porque el ambiente y las anchoas merecen la pena, o me voy a otro porque tengo más para elegir.
Así de simple. Como ir a Madrid en AVE o en autobús. Se trata de poder valorar y hacer la elección.
Yo no tengo la hostelería por negocio, sino por ocio. Y, desde luego, no voy a mover un dedo porque esa maldita ley antitabaco no salga. Como mucho, uso la voz y la palabra. Pero si dependieran de ello mis judías, estaría ya movilizándome.
Si sale adelante, habrá que montarse el ocio de otra manera, porque desde luego no seré de la gente que en invierno se tome las copas y el cigarro en la puerta del bar en plena calle, como apestados, aunque pongan estufas. Nanay.
Mi ocio lo elijo yo y os aseguro que no será así.
[Otra entrada recomendable sobre el tema en el blog del BV-80]
Mientras tanto, fumando espero...
porque fumar es un placer. Ya lo decía Sarita Montiel.
[Escuchar "Fumando espero"]
2 comentarios:
aki por el norte,los bilbos,seguimos fumando en los frontones,las mákinas expendedores funcionan sin dispositivo y en general no me siento muy kontrolado..
..en el futuro los baskos y baskas komo kasi siempre haremos lo k nos da la ganay sino a las barrikadas...ya tengo ganas de volver...
...musus kon mutxo humo
ah! me gustan tus ojos
...mas musus
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