Es lo que tienen los últimos días de verano. Encuentros inesperados, reencuentros felices con gente maja, que te alegra el espíritu porque han formado parte pequeña o grande de tu vida.
Y si todo esto se concentra en un solo día, abundante en anécdotas, resulta gratificante de lo más.
Ocurrió el jueves pasado.
Primero fue la morena diseñadora Amalia [desayuno de zumo y chocolate].
Luego la amiga imparable Marta [abrazos de café con hielo].
De repente surgió Susana [sorpresa de helados italianos].
Después mis padres y mi hermana Sonia [regalo de agua clara].
Más tarde Amalia de nuevo [granizado de limón].
Seguidamente Víctor y Riso Amaro, de JekyillandJill Editores [jarras heladas de cerveza].
Riso Amaro, Marisa, Amalia y Víctor
En un ratico apareció en nuestro camino la dulce María [sonrisa de leche merengada].
Y, para redondear la tarde-noche, Carlos y su "safari a la fresca" de GozARTE, una maravilla de paseo que rematamos con una copita de cava en la terraza de una octava planta de un edificio de Zaragoza.
Gracias a todos por recargarme la batería, por el soplo de aire nuevo, por el abanico revitalizador en una jornada tórrida. ¡Quiero más!
1 comentario:
Las pequeñas cosas de la vida que la hacen merecer la pena. Saludos!
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